miércoles, 6 de enero de 2010

LA TIERRA ES HUECA (1)

El relato que sigue pertenece a un explorador contemporáneo que vive entre nosotros. Nada de ficción, sólo realidad pura. Agradesco a mi hermano del alma Ramiro de granada el hacernos conocer sus vivencias. Para contactarse con el autor: ramirodegranada@gmail.com


Desde hace más de noventa años -pero no más de eso-, se viene enseñando que la Tierra es una especie de bocha maciza, con una sucesión de núcleos incandescentes compuesto de silicio y hierro, otro de níquel y hierro, un manto o costra silícica, etc.. En general, una misma teoría con algunos matices. Pero esa teoría expuesta desde 1907 en cada manual escolar y en las documentales cinematográficas y televisivas, no es otra cosa que una burda teoría. Y ésta afirmación no es una opinión personal, sino que para enseñar algo como una verdad absoluta e indiscutible, es necesario tener las pruebas suficientes, o por lo menos -para defender una tesis- ésta debe ser razonable desde todos los puntos de vista posible. La teoría de la tierra maciza es demostradamente imposible desde el punto de vista de la física y de la astrofísica, pues tendría una masa tal que atraería a todos los planetas del sistema, y posiblemente sería más pesada que el sol. Pero los astrofísicos con más posibilidad de dar a conocer estas cosas al público, se hallan comprometidos con los intereses que manejan económica y políticamente al mundo. Esos intereses no desean que el hombre de esta civilización encuentre otras alternativas de vida, otras formas políticas que no estén basadas en el dominio de unos pocos, otras sociedades donde no exista el dinero como instrumento de ese dominio, y menos aún desean que el hombre considere que existen otros hombres -ya sean intra o extraterrestres- con los cuales convenga relacionarse, dejando de obedecer a los gobernantes de pesos y políticos terrestres. Tampoco la Tierra puede ser maciza desde el punto de vista más elemental de la física, pues además de que la gravedad sería suficiente como para que fuésemos más chatos que una mantaraya, el hecho de ser incandescente y maciza, habría causado -millones de años atrás- que se partiera, convirtiéndose en un montón de guijarros dispersos.
En Europa los mercaderes conocían América desde hace muchos milenios, pero guardaban silencio para mantener el monopolio de maderas como el palo Drassil o Urundaí (de allí proviene el nombre de Brasil), y que es la madera más dura conocida. Se empleaba para hacer las vigas y mástiles más resistentes, tanto en edificios como en barcos. Ya en 1583, el explorador maderero Ignacio de La Cortada se quejaba en "Memoria de Andares" de que "los indios lugareños o los bárbaros que vinieron antes, llevaronse toda la madera buena de cerca de la orilla de la mar y fáciles estradas, entonces me gasto luna y media para llegar hasta donde otros no hayan talado drasiles". Cabe agregar que los mapas adjuntos a estas crónicas abarcan casi toda la costa caribeña desde Yucatán hasta la Guyana. Y cuando menciona a los bárbaros, no está refiriéndose a ellos con un adjetivo, sino como sustantivo gentilicio. En aquella época los bárbaros, vikingos, ostrogodos y galos, conocían América, pero no lo ocultaban expresamente, sino que cualquiera que les atendiese o divulgase sus narraciones sobre "Vinland" (territorio de Norteamérica donde ellos mismos habían sembrado grandes extensiones con vides) era tratado como loco, delirante y hasta blasfemo.
Los Templarios conocían América y ese era su Gran Secreto. Crecían financieramente de un modo espectacular, porque compartían con algunos otros "elegidos", ese conocimiento y su contenido en metales, maderas y toda clase de riquezas. Pero no crea el Lector que todo ésto está descolgado. Por el contrario, pues se relaciona con nuestro tema de muchas maneras. Las grandes y las pequeñas cosas se pueden establecer muchas veces mediante analogías, pero si tales analogías son obligadas por una causa común, más claro es el panorama. La cosa es que América existía y muchos la conocían, pero se ocultaba su existencia a la masa europea por varios motivos relativos y un motivo absoluto. Veamos: Los Templarios lo ocultaban porque era su secreta fuente de oro y plata, ya que a los Inkga Virgötch (vikingos o Inkas) les cambiaban buenas espadas españolas por esos metales, que en la economía imperial Inka -como en la de los Imperios mesoamericanos, europeos y asiáticos antiguos- no tenían más valor que el de la utilidad práctica. Pero más que ocultar la existencia de América como origen de sus riquezas, lo que debían ocultarle a la Europa post-románica, era la realidad de que otra gente vivía sin necesidad alguna de dinero, que era ya el instrumento de poder, impuesto con siglos de sacrificios de los banqueros que secretamente manejaban la política, la religión y propiciaban el oscurantismo científico. La economía de los Imperios americanos estaba basada en la producción y el tributo. Es decir que los pueblos aportaban para el Imperio todo lo que producían, dejando para su consumo interno lo que les era menester. Pero tal tributo era repartido entre los demás pueblos según las necesidades y costumbres de consumo que hubieran. Así se aseguraba la abundancia de bienes. Pero en Europa y Oriente Medio, ya existía la finanza, es decir la economía de mercado manejada por pequeños grupos, de los cuales los Templarios eran el instrumento político-militar. Algo así como los cascos azules pero con motivos religiosos, políticos y económicos unificados visiblemente. Hoy los poderes militares están diferenciados en apariencia, con pretextos humanísticos para sus intervenciones.
En aquellos tiempos -hasta hace sólo cinco siglos- se divulgaba una teoría "científicamente aceptada", y algunas más que la contradecían, a fin de quitar los ojos del asunto real. La teoría "oficial" era que la Tierra era una especie de gran meseta cilíndrica que sobresalía del Maremagnum Infinitum (un océano infinito habitado por monstruos gigantescos) de cuyas propiedades y aguas se discutía profusamente. Por algún mescanismo artesiano, el agua surgía del Mediterráneo y se volcaba en los océanos, y de éstos, al maremagnum. Entonces, internarse en los océanos era acercarse al abismo del que nadie regresaba. Esta idea machacada por siglos no surtió efecto en algunas pocas personas que se aventuraron a comprobar si aquello era verdad. Temerarios los hubo -hay y habrá- siempre, de modo que no bastaba con la idea mentirosa inculcada, sino que había que excomulgar, asesinar o quemar por brujo a quien hablara de estos asuntos. Si se dejaba hablar de la tierra esférica, los marineros descubrirían muchas tierras y se acabaría el secreto y el monopolio. Los frailes temían que se acabara la Iglesia, si se descubría que había contribuido tan grandemente al engaño, condenando a los científicos que en nada atentaban contra principios teológicos. Nada más -y nada menos- atentaban contra los intereses mezquinos. Mientras tanto, la Tierra como una bandeja sostenida por tres elefantes -o por cuatro-, o la Tierra con forma de disco en medio del Universo, con el Infierno en la otra cara (cosa que nadie se anime a acercarse a las orillas), etc., agregaban condimento a la entretenida discusión. Cualquier cosa era considerada oficialmente como posible, excepto la estúpida, infundamentada, absurda y blasfema idea de que fuera esférica y estuviera flotando en el espacio, girando alrededor del sol.
Los poderosos de hace quinientos años decidieron que era el momento de "abrir" América y largarse públicamente a su conquista, porque ya tenían el control financiero de Europa, y por lo tanto el control político, a pesar de que aún existían las monarquías. Pero ya por ese entonces, el dinero mandaba. Los banqueros usaron su poder para presionar a la Corona Española, porque ellos mismos no podían financiar a Colón. No porque no tuvieran recursos -todo lo contrario-: 1) No debían exponer públicamente su poder. 2) Necesitaban que un Gobierno cargara oficialmente con la responsabilidad por las tropelías de los enviados, y 3) Que en lo futuro pusiera a su disposición los ejércitos necesarios para la Gran Conquista del "mercado americano".
Los sucesores de hoy no pueden largarse abiertamente a la conquista del interior terrestre por varias razones de gran peso. Pero al menos se las han ingeniado muy hábilmente para ocultar esa realidad a la masa mundial, con las mismas estrategias que sus ancestros. A ello han servido millones de imágenes de la tierra maciza, en libros, revistas, diarios, documentales televisivas, etc.. Es decir que la cuestión pasa por realidades políticas, más que por discusiones científicas. Es difícil que un científico más o menos completo, como un físico con nociones claras de química, astronomía, topografía y geología, se trague el anzuelo de la tierra maciza, pero si lo pone en duda públicamente, la "conspiración del silencio" -denunciada ya en muchas publicaciones- le pone en la calle, ridiculizado y cerradas sus puertas en todas las universidades, observatorios, proyectos, etc.. Pero es peor aún la reacción de la familia que tanto lo quiere, pues igual le considerarán loco. Quien haya leído los libros de Héctor Picco (Argentino), Raimond Bernad (Estadounidense), Eduardo Elías (Peruano), -por nombrar a algunos de los más completos referidos al tema-, comprenderán que sobran elementos referenciales (históricos), físicos, químicos, astronómicos, oceanográficos, y geológicos para aceptar la realidad de la Tierra Hueca, mientras que los argumentos supuestamente científicos de la tierra maciza, adolecen de contradicciones que para un joven estudiante de física saltan a la vista.
Varios diarios y revistas de 1956, se hicieron eco de las palabras del Almirante norteamericano Richad Evelyn Byrd: "E.E.U.U. deberá enfrentar una gran amenaza que se cierne desde los polos".
Este hombre había ingresado en 1947, a una tierra que calculó el doble del territorio de su país, sobrevolándola en un gran cuatrimotor, cuando lo que pretendía era sobrevolar el Polo Norte. No se trataba de ninguna parte de Siberia ni de Canadá. Nueve años más tarde (1956), encabezó el Proyecto "Hig Hump" ("Salto Alto"), que supuestamente consistía en una expedición científica a la Antártida. Pero el móvil no era otro que comprobar dos cosas de máxima importancia para el establishment, y especialmente para el gobierno norteamericano: A) Localizar las bases alemanas que se establecieron en los oasis polares desde 1939, y B) Comprobar la forma de los huecos polares. Por la primera cuestión, la "expedición científica", constaba de catorce barcos de guerra, aproximadamente 2.700 soldados y ningún civil. El equipo contaba -para la segunda cuestión- con cinco grandes aviones. En la página:
http://ovnis.esoterica.pt/espanhol/Principesp/antarctidaesp/antarctidaesp.htm
puede comprenderse con más datos este asunto.
Claro que tras la gran cantidad de vidas perdidas (nunca se publicó realmente el total de bajas), el regreso de la expedición fue convertido por la prensa oficial, en una fiesta, en el fin de una "maravillosa excursión" que muchas personas han visto por televisión en la década del '60. Oasis polares con temperaturas casi subtropicales, ríos de aguas tibias, extensos bosques, etc..
Quienes hemos visto esa hora y media de documental en la Antártida, nos preguntamos: ¿Cómo es que no se organizan expediciones turísticas a tan bellos lugares?, ¿Cómo es que los gobiernos se han apresurado tanto en "proteger ecológicamente" a los polos, desalentando todo intento de exploración y explotación? (incluso hay normas internacionales de aeronavegación que prohiben sobrevolar las regiones polares). Mientras tanto, estos gobiernos no tienen la menor preocupación por proteger ecológicamente el Amazonas o los bosques del resto del mundo, y menos por proteger la vida humana. No escatiman esfuerzos para inventar argumentos pseudocientíficos para confundir, o utilizar argumentos menores -fundados o no- para desviar la mirada de las masas hacia todo lo que se pueda cocinar dentro de esta civilización. Uno de esos argumentos, muy escasamente fundado, es el agujero de ozono, que ha existido siempre, acompañando la topografía propia de los polos, como lo indican las láminas adjuntas. Otro elemento de distracción, es el de los extraterrestres, que aunque existen y vienen a visitarnos muy a menudo, los gobiernos usan el asunto para que sólo miremos para arriba o "afuera", y no veamos lo que se oculta abajo, o sea "adentro" de nuestro propio planeta. En todo es igual: mientras nos entretenemos con el brillo multicolor de los carteles, la televisión, el internet, la pornografía, los escándalos del jet-set y el fútbol, ocurre que las realidades importantes -cuyo conocimiento definiría nuestros pensamientos en otra orientación más libre y amplia- quedan en el terreno de lo increíble, lo ridículo o "lo interesante".
Es que el hombre "promedio" de la superficie externa de la Tierra está extrapolado en todo sentido. No se ve a sí mismo. No ve sus pensamientos y sentimientos a menos que algún desorden económico o emocional lo ponga contra la pared. Allí reacciona, pero ya tan conformado por pasiones edonistas y egoístas, que no piensa más que en sí mismo. Entonces es relativamente fácil para los gobiernos, mantener a la masa entretenida en "competir" para obtener más confort y seguridad económica, lujo, placer y poder sobre otros.
Imagínese el Lector cuántas ganas pueden tener los habitantes del interior terrestre, o los extraterrestres, de contactarse con nosotros y decir ¡Aquí estamos!. Seguramente tendrán hasta leyes que lo prohiban, así como nosotros tenemos -¡aún entre nosotros!- leyes de inmigración. En este caso las diferencias deben ser tan grandes -o mayores- como las que hay entre los jíbaros amazónicos y el resto de la superficie externa del mundo. Los jíbaros tienen una disposición legal muy terminante: Matar a toda persona que ingrese a su territorio sin las insignias y contraseñas que sólo sus amigos conocen. Puede parecernos terrible, pero si esa consigna no se respetara, ya no habría jíbaros en el Amazonas. Estarían como esclavos de tercera en las fábricas de la civilización, y sus mujeres, que siempre han vivido desnudas, estarían semi-vestidas en los burdeles de "nosotros, los civilizados".
Hasta hace unos doscientos años, era posible acercarse a los jíbaros sin miedo alguno. Cualquier presencia humana extraña era motivo de una gran fiesta. Pero los buscadores de oro y diamante, y los tratantes de mujeres, fueron suficiente motivo para dictar esa consigna que hoy hace impenetrable ciertos lugares. A pesar de no tener tecnología, se defienden. Prefieren morir antes que caer esclavos, pues no es otro el destino que puede darles nuestra sociedad. Si en el interior de la Tierra viven los dioses de las crónicas -tomadas como leyendas- nórdicas, y de las crónicas de la Grecia antigua, no deben ser tan fáciles de conquistar como los inocentes (casi ingenuos) aborígenes americanos de cinco siglos atrás, que no entendían la maldad, la usura, el esclavismo, los vicios y todas esas características de una civilización que, encima de destruirlos, los calumnió con supuestos ritos brutales de sacrificios humanos. Varios millones de aborígenes se salvaron de las masacres de la conquista porque desaparecieron. Los conquistadores hallaron cientos de poblaciones y grandes ciudades vacías, recientemente abandonadas. ¿Se los tragó la tierra?.
Estos dioses -para aquellos creyentes en las Sagradas Escrituras- también figuran en el Génesis Bíblico. El padre de Adán dijo "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza", y luego de la desobediencia dijo "Ahora echémosles de aquí, puesto que han comido del Arbol que les prohibí comer, no sea que también alarguen su mano y coman del fruto de conservar la vida, vengan a ser como nosotros y vivan para siempre". Es más: La Biblia dice que el Edén es el Paraíso Terrenal (no celestial), y dice que les echaron "fuera"... Siga el Lector con la Biblia más antigua y completa que pueda hallar. También el salmo 82 se halla dentro de "El Juicio de los Dioses". Si vamos a darle crédito a las Escrituras, pues démosle también comprensión.
Si los que habitan en el interior terrestre son como el genetista que hizo al clon adánico, mejor nos quedamos con nuestras propias miserias, que para maldiciones y desgracias ya tenemos bastantes con las nuestras, pero lo que me parece, es que -mejores o peores que nosotros-, no son mansos.
Para empezar a tener una idea de cómo son, analicemos ésto: Cuentan los últimos macuxíes (del norte del Amazonas), que hasta el año 1907 entraban por una caverna y andaban entre trece y quince días, hasta llegar al interior. Allí, "del otro lado del mundo", viven los "hombres grandes", que miden entre tres y 3,5 metros. Son muy buenos pero hay que respetar sus indicaciones. La consigna de los macuxíes del lugar, era custodiar la entrada de la caverna, impidiendo el acceso a todo otro ser que no fuera alguno de los autorizados de la tribu. Cuando el gran viento que recorría el enorme túnel empezaba a soplar hacia afuera, (tenía ritmos de cinco días hacia afuera y otros tanto hacia adentro) podían comenzar a descender las escaleras (de 82 cm. de altura cada escalón), y las escaleras terminaban al tercer día (contaban los días con el estómago y los períodos de sueño, lo que resulta sumamente exacto). Allí dejaban también los breos (antorchas hechas con palos embebidos en brea de afloramientos petrolíferos cercanos), y continuaban iluminados por luces que simplemente estaban colocadas allí, grandes como una sandía y claras como una lámpara eléctrica. Cada vez andaban más rápido, puesto que iban llevando menos peso e iban perdiendo el peso corporal. Atravesaban cinco lugares que estaban muy bien delimitados, en medio de unas cavidades enormes, cuyo techo no era posible ver. Allí habían -en una de las salas- cuatro luces como soles, imposible mirarlos, pero que seguramente no era tan altas como el sol. En ese sector crecían algunos árboles de buenos frutos, como cajúes, nogales, mangos y plátanos, y plantas más pequeñas. Por la descripción comparativa con ciertos lugares de la zona macuxí, esa sala tendría unos diez kilómetros cuadrados de superficie "transitable" y vegetada, y otros sectores inaccesibles y muy peligrosos, con piedra hirviendo, así como unos arroyos de azogue (mercurio, que los macuxíes conocieron en el presente siglo su uso para amalgamar el polvo de oro, merced a los garimpeiros que hoy contaminan con él las aguas amazónicas). Luego de estas cinco grandes cavidades, en un punto situado más allá de medio camino, debían tomarse de las paredes, y con cuidado impulsarse porque "volaban" (es decir que estaban ingrávidos como un astronauta).
El viento que había comenzado a soplar hacia afuera, no era obstáculo al iniciar el descenso, pero si lo intentaban al revés, la violencia del remolino les podía arrastrar al abismal túnel, y el cadáver -golpeado mil veces- no se detendría hasta un día de marcha, cueva adentro. Respetando este ciclo, iniciando la marcha con viento en contra (que era a favor de su seguridad) bajaban tres días por escaleras; y luego de dos días de marcha por túnel angosto, ya sin escaleras, el viento volvía hacia adentro, de modo que cuidaban los pasos desde el día de la partida, para no dejar arena removida o guijarros sueltos que luego se estrellarían en sus espaldas. Aún con viento a favor -ya en el séptimo u octavo día de marcha-, llegaban a la zona "donde todo vuela", es decir al medio de la costra del planeta (el medio de la masa, magnéticamente hablando, que no es el centro geométrico de la Tierra, sino cualquier punto en medio del espesor de la corteza). A veces el viento era muy fuerte, y en vez de tomarse de las paredes para impulsarse, debían hacerlo para frenarse y no ser golpeados. Generalmente duraba desde poco menos de un día hasta día y medio, la travesía sin gravedad. Algunas veces debieron aferrarse a las salientes pétreas o a hierros que habían "desde antes" clavados en la roca, y esperar dos días a que amainara el viento. Luego seguían el camino caracterizado por arroyos con aguas muy frías que atravesaban la caverna, y entraban a una especie de gran vacía, mayor que las anteriores, donde habían unas cosas brillantes, de forma similar a los panales de abejas, de unos diez metros de diámetro, situados sobre un vástago, como un tronco de árbol, a una altura imprecisable por la memoria de los últimos macuxíes que viven recordando aquello, aún con cierto temor a las represalias de "los hombres grandes".
Los viajeros iban recobrando el peso, pero no llegaban a recobrarlo totalmente, porque aparecían en "la tierra del otro lado", donde todo es un poco más liviano, el sol es rojo y siempre es de día, sin noche, ni estrellas ni luna. Allí permanecían unos días, disfrutando de unas playas cercanas, volviéndose más jóvenes. (Lo que recuerda a Apolo, que iba al Olimpo a rejuvenecerse) Los macuxíes conocían muy bien el Atlántico, pues estaban -"afuera"- a unos trescientos kilómetros de la costa, y no era éste el mar). Los gigantes les daban unos peces muy buenos y grandes, cuya carne no se descomponía hasta dos o tres meses de haber sido pescados. Con esa preciosa carga, manzanas más grandes que una cabeza y uvas del tamaño de un puño, además de mucha energía corporal, volvían acompañados de algunos gigantes que les ayudaban con el enorme peso que traían. El viaje de vuelta se iniciaba con viento a favor, para volver a tenerlo a favor también en la última etapa, al subir los tres últimos días por las escaleras, cuyos últimos restos existen actualmente.
La creencia -o conocimiento- de los macuxíes, es que si respetan las pautas dadas por los gigantes, luego de morir aquí afuera, nacerán entre ellos, allá adentro. Cuentan que algunos macuxíes no morían, sino que se transformaban (¿transfiguraban?) en casi-gigantes y se quedaban en el interior. Esto requería principalmente, no tener hijos aquí afuera.
La tragedia para los macuxíes sucedió en 1907. Tres exploradores ingleses, llegaron en nombre de su reina, buscando diamantes. La zona macuxí es aún actualmente un poco diamantífera, pero ya se la ha explotado desde 1912 tan intensamente que casi no hay diamante, siendo poco o nada rentable su búsqueda. Cuando llegaron los ingleses, había lo suficiente como para conformar a la reina y a muchos ambiciosos que se enriquecieron luego, explotando a los nativos, pero uno de aquellos "viajeros autorizados al Centro de la Tierra" cometió la terrible imprudencia de violar la consigna de secreto, e indicó el lugar de entrada a los extranjeros. Uno de ellos envió una carta a Su Majestad, repitiéndole una narración como ésta, con algunos detalles más. En las arenas de las playas interiores, abunda el diamante, al igual que en algunos enormes bloques carboníferos de mineral de serpentina, de antiguos calderos volcánicos, que hoy son, justamente, esos túneles hacia el interior del mundo.
Los tres hombres salieron -o mejor dicho entraron- de expedición, pero no regresaron jamás. En vez de ello, salieron los gigantes, reprendieron a los macuxíes y les prohibieron para siempre el ingreso al interior. Luego de dos años de angustia y pobreza (esa zona, en esta superficie externa tenía diamantes -sin valor entonces para ellos-, pero no mucha fruta ni muchos peces), decidieron intentar un nuevo contacto con los gigantes, a pesar de la prohibición. Viajaron esperanzados durante dos días, pero llegaron a un punto del camino donde el viento venía de otra caverna que ellos no conocían. El camino original estaba derrumbado. Algunos volvieron inmediatamente, pero otros decidieron seguir el nuevo y desconocido túnel. Varios meses después, uno de ellos regresó y dijo al resto que podían entrar; los gigantes les autorizaban, pero sería para no volver nunca afuera, porque otros ingleses irían al territorio y les dañarían. Algunos se negaron a partir, porque el lugar asignado era una de aquellas grandes vacuoides. Otros aceptaron irse y no regresaron jamás.
Unos años después, comenzaron a llegar garimpeiros, a enturbiar los ríos con zarandas, resumidoras y mercurio, y a enturbiar los cerebros de los macuxíes que se quedaron "afuera", con caña, caipiriña y macoña (droga). También les enturbiaban las espaldas -con látigos- y la raza, violando a sus mujeres. En junio o julio de 1946 hubo un enorme derrumbe en el túnel, cayendo casi toda la escalera. Hoy sólo quedan algunos escalones del inicio, y un enorme precipicio inescalable, donde el viento sopla con ritmos diferentes. Algunos viejos macuxíes que escaparon al látigo inglés, y aún viven contando su edad por lunas, no se resignan totalmente a olvidar el Paraíso Perdido. Nunca mejor expresado, pues ellos lo conocieron... Y lo perdieron.
Pero no termina allí esta tragedia. Un hombre llamado Alone Moore, fue enviado por el gobierno inglés en 1909 para cumplir dos objetivos. El primero, asegurarse que la narración recibida por la reina era verídica. El segundo: "Silenciar todo lo relativo a grandes cantidades de diamante, y si fuera hallada una excesiva cantidad, molerlo todo y asegurarse que se pierda para siempre". Las averiguaciones de Moore fueron muy metódicas y escrupulosamente delicadas: torturó primero a algunas mujeres y luego a los pocos niños que habían quedado "afuera". Quería saber dónde estaban los demás aborígenes, los tres exploradores, y sobre todo: dónde estaban esas grandes cantidades de diamante que preocupaban a la reina. Este segundo objetivo difícilmente me lo pudieran haber aclarado los aborígenes, ni los historiadores. Las crónicas y cartas que un aborigen conserva, tampoco aclaran la aparente contradicción de esta orden. Supuse que alguien saboteaba al gobierno inglés, o algo muy grande se tramaba a nivel financiero mundial, pues ya había visto unas órdenes semejantes dadas a unos soldados ingleses, que en 1934 buscaban a un alemán que decía haber encontrado un filón con de oro grande como toda una montaña.. La orden -consta en el libro de "Lendas e Tradições da Roraima Velha", de Francisco Lacerna Gambidez- no era quitarle el oro ni embarcarlo a Inglaterra, sino "hacerlo desaparecer, o eliminar todo rastro que permita encontrarlo alguna vez".
Muchos historiadores, antropólogos, y lectores en general, habrán hecho las mismas suposiciones que naufragaron en mi cerebro durante un par de años, sin comprender la cosa. Pero un buen día le cuento ésto a un joyero amigo, y él me dice lo siguiente. "¿Te imaginas lo que nos pasaría a los joyeros de todo el mundo, a los bancos, a los gobiernos, al Sindicato del Diamante, si así, de un día para otro, aparece un inconsciente con toneladas de oro y diamantes?. No valdrían nada, porque su valor se relaciona con su escasez o su rareza". Creo que allí -por fin un poco menos ingenuo- comprendí porqué nunca sabemos realmente lo que pasa. En ese momento me di cuenta que a nadie que tenga su vida y su alma apostada a algún plazo fijo, le conviene que se descubran las galería subterráneas cuyos inicios ciertamente son conocidos por muchas personas que callan. En ese momento comprendí definitivamente porqué, mientras exista el actual orden económico mundial, no podremos nunca relacionarnos con extraterrestres ni con intraterrestres. Como tampoco podremos andar en plato volador; no porque no se pueda hacer un "avión electro-magnetodinámico platiforme antigravitacional", como lo llamó uno de los tantos inventores, sino que se acaba el mercado. Se acaba el valor del combustible, y el control de unos pocos sobre los muchos, se acaba todo lo que el Lector seguramente deducirá que se acaba. Pero lo que se está acabando es esta civilización, que de tanto engañarse a si misma, se queda ya sin argumentos para seguir engañando. Otra civilización nacerá, tras la caída de las bolsas. Para entonces los brazos protectores de la bestia estarán listos y todo estará en orden. Todos creerán que el mundo del control financiero es más macizo y sólido que nunca. Al enfriarse se partirá, como toda cosa rígida, y después de eso, quizá los dioses vuelvan.
Si a los seis años hubiera pensado que todo lo que decía mi Maestra eran "creencias", hoy no sabría nada de nada. Aún así, muchas cosas resultaron ser puras "creencias interesadamente fabricadas". Yo preferí creer y buscar. Pero ya no puedo simplemente "creer", porque hay muchas pruebas materiales, y mucho de ello han visto mis ojos, aunque ellas ya no son lo importante. Lo importante es transformar nuestra propia "civilización", para que realmente lo sea, y ello empieza en cada uno de Nosotros.

1 comentario:

  1. En los años 70 habia inclusive gente que alegaba que no habian fotos satelites de los polos porque ahi vivian los extraterrestres ... haha

    teoria ridicula...

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