viernes, 19 de diciembre de 2008

ACERCA DE LA METAFÍSICA DEL DOLOR Y DE LA ENFERMEDAD

por EA (Grupo de UR)

En el escrito de IAGLA del capítulo anterior se ha hecho mención al significado del dolor. El tema merece algún desarrollo. "Hay enfermedades y sufrimientos -dice IAGLA- que representan una obstrucción, una descarga en exceso en el sistema psicofísico del hombre, de ciertas fuerzas a las cuales la conciencia no ha podido ni ha querido abrirse".
Se puede completar esta idea con otra, expresada por NIETZSCHE en su obra Voluntad de Poder, en donde él vincula el dolor con el miedo, ve en aquel la repercusión de un shock provocado por el miedo en el foco central (él verdaderamente agrega: del sistema nervioso, pero, al decir simplemente "foco central", se expresa mejor la idea), con una larga sensación que luego va a proyectarse en la sede de un órgano determinado.
He aquí de lo que se trata desde el punto de vista esotérico. La fijedad que caracteriza a los seres vivientes como individuos y esta fijedad debe interpretarse sea en sentido general como tendencia a mantener el propio estado, sea en sentido especial, como conciencia que tiene una relación fija con una determinada estructura orgánica- dicha fijedad, hace en modo tal que todas las veces que se verifica un contacto con una fuerza trascendente, se produce algo comparable a una lesión; es decir, a una lesión interior. En aquel instante la conciencia, sorprendida, es puesta en un estado de orgasmo, de miedo por el propio ser individual del cual siente oscilar la base; y esta reacción o contragolpe anímico-emotivo como un contraerse, un ansioso apretarse en sí de la conciencia ante la fuerza que intervino; reacción que, naturalmente sustituye la percepción de esta misma fuerza es el sentido más profundo de la experiencia del dolor y del sufrimiento.
En una conciencia abierta, libre respecto de la propia individualización (técnicamente se diría: "aérea" o: "vacía"), el dolor no existiría como tal. El mismo produciría más bien el pasaje a otra forma de conciencia, la que corresponde a la fuerza que ha intervenido y que se apoya en el cuerpo, sobre un órgano diferente del órgano sobre el cual el sentido de sí se apoya habitualmente. En vez, el Yo, que tiene miedo, que se retrae agitado y se aferra a sí reaccionando, y obstruyendo de este modo la comunicación, experimenta el dolor. Lo cual, objetivamente, puede considerarse como una experiencia puramente negativa de la acción de la fuerza extraindividual manifestada.
Cuando la descarga no se agota en el equivalente emocional del dolor o. más en general, del sufrimiento, o bien, cuando ella encuentra una reacción más sutil del individuo, entonces ella desciende en estratos más profundos del ser, dando lugar a saturaciones anómalas las cuales siempre en términos de descarga, de no-solución causada por los elementos y por las funciones del individuo que resisten al cambio de estado constituyen la verdadera esencia de tales enfermedades.
En este caso todo lo que nos dice la ciencia médica moderna, se basa en confundir muchas veces los efectos con las causas, dado que el plano sobre el cual se encuentran las causas verdaderas es inaccesible sea al ojo físico, como al microscopio.
Una explicación puede darla sólo una indagación de carácter oculto, como aquella que muchas veces se encontraba en la base de la antigua medicina, la cual en efecto era considerada como un arte sagrado y sacerdotal. Por medio de una indagación semejante se estaba en grado de conocer la acción sutil que pueden ejercer ciertas sustancias usadas medicinalmente, en el sentido, justamente, de fuerzas que, actuando en base a determinadas razones de simetría (y aquí estaba naturalmente presupuesto el conocimiento de la fisiología oculta con las múltiples correspondencias entre estructuras orgánicas y elementos naturales), iban a equilibrar o a esclarecer aquellos agentes en el cuerpo y las polarizaban hacia una consecuencia de enfermedad (1). Pero desde este punto de vista se habría también podido reconocer que ciertos remedios modernos son a veces causa de nuevos males, diferentes de aquel curado por ellos, y ello por causas de las cuales el médico común no tiene ningún conocimiento.
Es posible extender aquello que se ha dicho sobre el dolor en general al caso especial del dolor provocado por causas externas: como por traumas, por lesiones propias y verdaderas aun dentro de determinados y obvios límites. Aquí no se trata de la intervención de fuerzas no individuales, distinguidas, en un cierto modo, por el hombre: se trata de fuerzas que el hombre mismo lleva consigo en lo profundo, por debajo de la zona en la cual se desarrolla la vida ordinaria. Cuando la condición misma de tal vida -la unidad orgánica- es infringida y ofendida, estas fuerzas latentes son obligadas a intervenir, a acudir como una reserva para reparar, para reintegrar el organismo en peligro. Ellas entonces afloran en la conciencia, a la cual no pueden sin embargo presentársele con un cierto carácter de trascendencia, de modo que se reproduce el mismo estado de ansia-sufrimiento ya indicado (notemos que también en el otro caso las fuerzas arriban siempre desde adentro: el cuerpo es la última estación, la psique es una zona más próxima, pero no el punto de partida); el cual estado luego llega a ser proyectado o fijado en la parte golpeada y en las funciones interesadas en la reintegración, que pasan por igual a un estado anómalo de saturación. La forma de este último aspecto que aparece es la manifestación de la fiebre, junto al dolor o por sí sola.
Por lo demás en este caso, cuando el miedo del ser individual fuese destruido, la irrupción no obstaculizada de las fuerzas profundas produciría el pasaje a un estado estático; sobre la base del cual sería también posible hacer actuar a dichas fuerzas en forma directa, mágica y taumatúrgica, en fenómenos de carácter "milagroso": heridas que vuelven enseguida a cerrarse sin dejar rastro; venenos totalmente neutralizados en su potencia, la cual puede ser extraída del cuerpo y descargada en otra parte (2), etc. En éstos, como también en casos más modestos, el secreto consiste siempre en una atención suprema y sutil llevada sobre la propia interioridad y en una actitud de absoluta actividad, de intrepidez, de empuje, de superación en el instante de la manifestación de la alteración. Las fuerzas reparadoras entonces desembocan directamente en el Yo y en consecuencia permanecen en estado puro, evitando que, por la caída, pasen a los sistemas propiamente fisiológicos. Entonces pueden actuar en forma extranormal Por lo demás, este significado del dolor y de la enfermedad está implícito en lo que hemos dicho, y en forma repetida, acerca de lo que es el caso límite de la enfermedad-sufrimiento: la muerte. Es en efecto una enseñanza central de nuestras tradiciones que la potencia de la muerte y la de la iniciación son una sola y misma cosa. Hüm, mantra del despertar de kundalini, es también el mantra de Mrtyu (la muerte). "El alma del hombre -dice Plutarco - en el momento de la muerte prueba la misma pasión de quienes son iniciados en los Grandes Misterios; y la palabra corresponde a la palabra, el hecho al hecho: se dice teleutan (muerte) y teleioqai (iniciación)" Es un momento de crisis de la individualidad, la cual o vence o renace transformada en un estado trascendente (iniciación), o sucumbe, partida en su estructura rígida que la misma no ha sabido superar (muerte). El adepto ha usado para su iniciación la misma fuerza que en los otros produce la muerte; y él es tal porque no ha tenido miedo de la misma (no en el sentido del habitual "coraje", sino en sentido superior), puesto que la conciencia ha sabido mantenerse activa con respecto a ella y unirse al poder de la muerte.
Así, por analogía y por atenuación, se puede comprender la afirmación de que desde ciertas formas de enfermedad es posible hacer brotar instantes de iluminación. Igualmente, se sabe de escuelas, y también de tradiciones en los pueblos salvajes, en los cuales el sufrimiento ha sido considerado como un medio para arribar al éxtasis: los chamanes, los flageladores, etc. Y muchas otras sugestiones podrían ser dadas. Por ejemplo nos podríamos explicar a veces por qué a partir de la plegaria en estados de intenso dolor pueden surgir ciertos efectos no ordinarios: favoreciendo la plegaria un estado de trascendencia y por ende la conversión de las fuerzas, de lo cual se ha hablado. Además muchos pueden haber sido impactados por el sentido totalmente especial de una belleza de un tipo casi no humano, luminosa, que a veces aparece por instantes sobre algunos rostros aun vulgares, deformes y contrahechos, enseguida después de que salen de un sufrimiento mortal, como, por ejemplo, tras un acto operatorio: casi como un reflejo y rastro de esta cosa más grande que aconteció en ellos, y que ellos tan sólo padecieron.

Notas:
(1) Se puede notar, por lo demás, que el principio del equilibrio constituyó la base de la misma medicina de PARACELSO, al cual también algunos ambientes médicos modernos terminaron rindiéndole un reconocimiento.

(2) En su biografía, en su momento traducida (Milarépa - Ses crimes, se épreuves, son nirvana; trad. del tibetano por J. BACOT, París, 1925, pg. 277), el yoga MILARÉPA despega de su cuerpo la potencia de un veneno, la proyecta sobre una puerta que se sale de sus bisagras, y también sobre otra persona y luego la retoma en sí. Es interesante lo que él dice: "La enfermedad de un religioso no se asemeja a la de un hombre común. Ya por esto debería tenerla en vez que transferirla".


(3) En STOB., Flor., IV, pg. 107 (MEINEKE).

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