FÁRMACOS EN EL AGUA
Por Lisa Rainwater, PhD
Directora de Políticas, Riverkeeper Inc.
Los seres humanos excretan hasta el 90 por ciento de los medicamentos ingeridos y empeoran el problema desechando los fármacos sin usar, o vencidos, por el inodoro.
Nueva York, agosto 2008 (Waterkeeper Magazine).- En los años ‘60, el revolucionario informe de Rachel Carson* anunciando que el pesticida DDT había ingresado a las cadenas alimentarias —y por lo tanto estaba amenazando la salud y el bienestar de muchas especies—, fue un llamado de alerta tanto para los funcionarios gubernamentales
Las compañías químicas lanzaron masivas campañas de información engañosa contra Carson, fomentando el temor sobre aumento de enfermedades y proliferación de insectos y alimañas. Se formó un Comité Asesor Científico Presidencial para examinar los hallazgos de Rachel Carson, encabezado por el presidente John F. Kennedy, el que finalmente ratificó las conclusiones de Carson. Finalmente, el gobierno de los Estados Unidos terminó prohibiendo el DDT.
A lo largo de las últimas décadas, una nueva primavera silenciosa ha asomado en el paisaje global: enormes cantidades de fármacos (sustancias químicas con y sin regulación) se han convertido en parte de un modelo de vida para las personas residentes en los países ricos y también en los países en vías de desarrollo.
El mercado se ha colmado rápidamente de nuevas medicinas para aumentar la fecundidad, alterar los niveles hormonales en mujeres y hombres, curar enfermedades cardíacas, detener furiosas migrañas, aumentar el crecimiento, inmunizar contra enfermedades potenciales y mejorar la calidad de vida de personas con enfermedades mentales.
Pero, al mismo tiempo que la tecnología ha mejorado la vida de mucha gente, también debemos pagar un costo ambiental y para la salud humana. Los fármacos desechados sin tratar ingresan a los cursos de agua y de allí pasan a los suministros de agua potable, desde distintas fuentes: entre ellas los efluentes de plantas de bombeo o tratamiento de aguas residuales y líquidos cloacales, y las filtraciones de establecimientos ganaderos y basurales.
Los seres humanos excretan hasta el 90 por ciento de los medicamentos ingeridos y además empeoran el problema desechando los fármacos sin usar, o vencidos, por el inodoro.
En ciudades metropolitanas como Nueva York, los efluentes sin tratamiento —agua servida cruda—, constituyen un gran problema y han sido identificados como unos de los factores que aportan al vasto aumento de modificadores endocrinos que ingresan a nuestro ambiente.
A lo largo de casi una década, los titulares de la prensa en todo el mundo nos han salpicado con alarmantes informes sobre “feminización” y “masculinización” —machos con características reproductivas femeninas y hembras con características reproductivas masculinas—, en peces, reptiles, pájaros y mamíferos, en el Támesis en Londres, en
Además de este síndrome “trastornador de género”, se ha verificado una reducción en los niveles hormonales, en la producción de gametos y en la capacidad de fecundación. En India, Nepal y Pakistán, la población de buitres asiáticos ha caído un 99 por ciento desde los años ‘80, debido a un analgésico utilizado en el ganado y en seres humanos. Muchos científicos advierten que estos casos, documentados en el reino animal, son el “canario en las minas carbón” para los impactos sobre las personas.
A pesar de que siguen apareciendo datos como estos, el gobierno de los EE.UU. se ha dormido al volante. Dos años atrás,
Fue necesaria una investigación periodística de
Las audiencias del Congreso son una buena, aunque tardía, forma de comenzar a abordar un creciente problema ambiental y de salud pública. El gobierno federal ahora tiene que encomendar a
Además, se deberá coordinar un protocolo nacional integral “de recuperación” de fármacos de prescripción, entre agencias federales como
Afortunadamente, muchos gobiernos locales y estatales no aguardaron el accionar de la administración Bush o del Congreso. En todo el país, existen numerosas ONG y personas a cargo de decisiones que están desarrollando programas para limitar el ingreso de fármacos a nuestros ríos, lagos, estuarios y otras fuentes de suministro de agua. (ver recuadro)
De todos modos, hasta que se cuente con un método reglamentado, que permita evitar que vastas cantidades de medicamentos ingresen a nuestro ambiente, existen nuevas recomendaciones para que los usuarios desechen fármacos de una forma que tenga menos probabilidades de impactar sobre nuestras aguas.
Para desechar apropiadamente un fármaco, manténgalo en su envase plástico o de vidrio, llénelo con agua y piedras sanitarias o arena, tape el envase, colóquelo dentro de una bolsa plástica con cierre y luego descarte en la basura. La otra alternativa para desechar fármacos es llevarlos a un centro de desechos peligrosos, o a un lugar donde recolecten desechos peligrosos.
A diferencia del DDT en los años de Rachel Carson, el gobierno federal nunca prohibirá los fármacos. Tampoco debería ser así. Sin embargo, su legado no es sólo cuánto mejor uno se siente o cuánto más uno vive. El tema también reside en los eventuales cambios a largo plazo en los sistemas ecológicos, en las cadenas alimentarias, en los sistemas inmunológicos y en nuestra capacidad reproductiva.
En síntesis
• El agua potable de al menos 41 millones de norteamericanos está contaminada con medicamentos como analgésicos, antibióticos, anticonvulsivos, estabilizantes anímicos y hormonas sexuales.
• Estos contaminantes, provenientes de fármacos desechados o excretados, están presentes en todo el ambiente. Pueden hallarse en ríos, lagos y aguas costeras, en cualquier lugar habitado o visitado por los seres humanos.
• La exposición a estas sustancias puede causar resistencia bacteriana a los antibióticos, cáncer, mutaciones, y trastornos neuroconductuales y reproductivos en humanos y muchas otras especies.
• Gran parte de esta contaminación proviene de aguas servidas. Las plantas de tratamiento de aguas servidas no están diseñadas para quitar estos fármacos excretados o descartados en los desagües e inodoros.
* N. del T: En 1962, Rachel Carson publicó uno de los libros más importantes en la historia del movimiento ambientalista: Primavera Silenciosa, en el que advierte sobre los peligros del uso del DDT y de otros productos químicos empleados como pesticidas.
** Las versiones originales en inglés “Silent Spring of the 21st Century? Pharmaceuticals in Our Water” y “Alternatives to Toilet Dumping”, fueron publicadas en Waterkeeper® Magazine –revista oficial de
Traducción: Leticia Isaurralde
Fundación PROTEGER / Programa Paraná Waterkeeper.
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