martes, 24 de marzo de 2009

Expandiendo conciencias X

Suciedad Anónima otro invento del clan Rostchilds


“El amo no es el que posee los capitales sino el que los administra” Francis Delaisi.



El escritor, periodista e investigador francés, Henry Coston nos explica en su bien documentado libro: “”El secreto de los Dioses, con dinero rueda el mundo”, este asunto de la creación y funcionamiento de las S.A, siendo ni más ni menos que otra artimaña de la elite para aumentar su poderío a expensas de los ignorantes desconocedores del engaño sistemático.

Transcribimos los siguientes párrafos:


“Como es de suponer, un banquero, aunque fuese el mismo Rostchild, no podría, por ejemplo, construir con su solo capital la gran red ferroviaria del norte (Habla de Francia) en la cual cada kilómetro de riel costó 400.000 francos oro. No bastarían millones: se precisarían miles de millones.

Fue entonces cuando se descubrió que había “alguien más rico que el señor Rostchild: el hombre de la calle”. De esa comprobación nació la idea de interesar a mayor número de gente en la empresa, hacerlos copropietarios de la misma. La Sociedad Anónima, que antes no servía más que para la financiación de ciertas compañias navieras, tuvo su estatuto: una ley promulgada en 1867 autorizó a todas las empresas a transformarse en sociedades anónimas y de esa manera recurrir al público.

Gracias a la nueva legislación, los financistas podrían desarrollar sus negocios… con el dinero de otros.”


Así es como se le da nacimiento a las S.A. matando de esa forma varios pájaros de un tiro:


-la banca y sus creadores se mantienen en el anonimato


-Aumentan su poder con el sacrificio de otros


-Aumentan exponencialmente los negociados


-Le dan impulso a la bolsa de valores


-Complican mucho más el mecanismo económico para que no se descubra sus chanchullos.


-Provocan crisis económicas manipulando las acciones cotizadas en las bolsas de valores para su provecho


Nos sigue explicando Henry Coston con un ejemplo real acaecido en Francia:


“Los señores Rostchild y Worms deciden fundar una sociedad de financiación. Su re-puta-Sión, su apariencia, sus relaciones, allanan todas las dificultades. Hacen redactar los estatutos, los registran ante un notario y avisan a una media docena de sus amigos. El capital, fijado en unos 100 millones -¡una bagatela!- se cubre en pocos minutos.

Se reúne una primera asamblea general constitutiva, que elige al consejo de administración. De ahí en adelante queda formada la Sociedad Cofirep y queda lista para iniciar sus actividades. Pero, si pensamos bien, con esos 100 millones de francos viejos la sociedad no puede pretender financiar la investigación de petróleo en Francia ni en África. Se necesitan miles de millones, que los capitalistas no tienen (porque su riqueza es el dinero de los demás) pero los encontrarán fácilmente entre el público, ahora entusiasmado con los valores petroleros. Claro que, hablando con propiedad, no se trata de valores petroleros, ya que las sociedades de financiación no tienen concesión, ni material, ni refinería, ni depósito de venta, sino nada más que una oficina con una secretaría y una libreta de cheques. Pero el público no mira tan de cerca, y ya se siente bastante contento con “hacer fructificar su dinero”.”

-Una vez realizado estos pasos continúa explicando H Coston-:

“Se resolverá un aumento de capital. Se lo preparará con todo cuidado. Se avisará a los bancos y a los establecimientos crediticios del grupo. Se harán imprimir atractivos prospectos y formularios de suscripción. Se rociará copiosamente a la prensa, la cual dedicará admirables artículos a “nuestro petróleo”, a las riquezas de “nuestros yacimientos”.

Una vez terminada la artillería se procederá al ataque: mediante un aviso muy sobrio, incluso lacónico, se anunciará que COFIREP, cuyo fundador es Dubois (o Levy), el conocido banquero, au7menta su capital. Debidamente adiestrado, el empleado del establecimiento crediticio local habrá susurrado, en tono confidencial, a su cliente predilecto “el buen negocio”

-Apresúrese, porque no alcanzará para todos.

Efectivamente no hubo para todos y así fue mejor: al precio de 29.650 francos (viejos) en 1958, el título de COFIREP no vale más que 72 (nuevos pero devaluados) diez años más tarde.

Naturalmente los fundadores conservaron sólo unas pocas acciones, justo lo necesario para seguir dominando la empresa.”


Como muchos de nosotros nos hallamos aletargados ante estas cuestiones de “especialistas económicos”, el autor nos da un último ejemplo esclarecedor:


Veamos:


“Se trata de un pequeño inventor que ha descubierto un procedimiento nuevo de fabricación. El señor Durand es un buen ciudadano, condecorado, padre de familia, honrado, trabajador. Le han entregado el certificado que le garantiza la propiedad de su invento y piensa, como es lógico, explotar su patente.

Los amigos del señor Durand están convencidos de ello, tanto como el señor y la señora Durand.

-Hay que formar una sociedad- afirman, calculando desde ya suculentas ganancias.

Acuden al notario de la familia. El redactará los estatutos de esa sociedad: dada la cantidad de participantes, será una SOCIEDAD ANÓNIMA.

No queda más que buscar los accionistas.

Un amigo de Durand conoce al director de la sucursal más cercana del Crédit Lyonnais (o de la Societé Génerale.)”

De ahí – refiere Coston- lo derivan a un banco de negocios, prosigue:

“Ya no se está frente al personaje acogedor y simpático de antes, sino en presencia de un Dupont-Benoit (o Lévy-Naquet), frío y calculador, que no tiene nada que perder.

Dupont-Benoit (o Levy-Naquet) acepta patrocinar la emisión. Sólo pide una comisión del 15 % como mínimo. Antes de haber despegado siquiera la sociedad sufrirá la amputación de una fracción importante de su capital social.

El capital es suscripto sin grandes dificultades por los clientes del banco…

No es su propio dinero el que comprometen sino el de los accionistas, y eso a espalda de los mismos (es legal). Con ese dinero, van anda menos que a obtener el control del negocio creado por el industrioso Durand. Por supuesto que Durand será uno de los administradores –se lo nombra incluso presidente-director general-, pero los demás miembros del Consejo pertenecerán al ambiente del banquero, serán sus representantes o los de grandes sociedades que suscribieron a pedido del banquero. La casa se llamará SOCIEDAD ANONIMA DURAND Y COMPAÑÍA, pero el señor Durand no será el dueño.


Después de algunos meses de explotación ¿el negocio parece resultar insuficiente? Se hace saber por los diarios que es excelente, se publica entrevistas al inventor administrador, se insinúa que sus acciones son muy buscadas y se aprovecha el alza para vender las acciones retenidas por los amigos de los banqueros.


¿Y sí, en cambio, es un negocio excelente? Se decide enseguida un aumento de capital. Ahí también interviene la prensa financiera.


Se emiten nuevas acciones que son suscriptas por los ahorristas, clientes habituales de los establecimientos de crédito que prestan sus ventanillas a los bancos de negocios mediante una bonificación sobre la comisión sustanciosa admitida por la sociedad. Los primeros accionistas –las sociedades dirigidas por los amigos y deudores del banquero- aprovecharán la plusvalía de los titúlos para deshacerse de ellos; solo retendrán el mínimo estricto que les permita conservar su sitio en el Consejo. De esa manera, podrán volver a invertir sus fondos en otra parte, repetir la operación con otros, sin perder el negocio…


Los primeros administradores fueron elegidos por la asamblea general constitutiva por seis años: Durante seis largos años son inamovibles; gobiernan como dueños como dueños en nombre de los accionistas ausentes; reciben como precio de su colaboración el 10% de los beneficios netos de la empresa, que se reparten.


Si los beneficios del ejercicio social llegan a un millón, por ejemplo, los cinco o seis administradores recibirán juntos 100.000 F. a cada uno de ellos le basta acumular tres o cuatro puestos para asegurarse ingresos muy convenientes.

Aclaramos. Todos los años, ante la convocatoria del consejo de administración, se reúne la asamblea general. Se presentan informes, se hace aprobar el balance, se invita a nombrar los administradores.


¿De quienes se compone la asamblea general? De todos los accionistas presentes o representados. Ahora bien, los portadores de acción son, rentistas, terratenientes, campesinos, comerciantes y pequeños industriales, muy alejados geográficamente del sitio de la sociedad… Por eso se hacen representar. Firman un poder en blanco que remiten al banco… muy adictos a los directivos de la sociedad son quienes representarán a los accionistas de la asamblea general. De esa manera, el consejo se asegura la mayoría…


Si hay una quiebra, los administradores no sufren el proceso individualmente. Sólo pierden algunas acciones (diez, veinte, tal vez cincuenta) que depositaron –o que el grupo al cual representan depositó por ellos- en las cajas de la sociedad, es decir una ínfima parte de los fondos que administran. En caso de un “golpe fuerte”, el presidente-director general es quién asumirá los riesgos. (En la sociedad Durand y Cía, sería el señor Durand)"

1 comentario:

  1. Así es como crean un fantasma, ganan dinero con él y se van con el dinero dejando un fantasma endeudado.
    Así es como en los 90 se dejaban empresas enteras al abandono. Terrible pero real.

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