Dada la actualidad de estos temas transcribimos textual la opinión de este gran pensador antisistema del siglo XX.
Pronto subiremos en otra entrada sobre el mismo tema el pensamiento mesíanico y su aprovechamiento sinárquico.
Las Hordas de Gog y de Magog
por Julius Evola
*traducido por Marcos Ghio
La esencia de todo esfuerzo civilizador y de todo Estado verdadero consiste en dar una forma superior a aquello que en la humanidad resulta informe, instintivo, sub-personal, salvaje, ligado al elemento masa, materia y número: por lo tanto consiste también en cerrarle los caminos a aquellas fuerzas que, libradas a sí mismas, producirían tan sólo destrucción y caos. Sin embargo, aun frenadas, estas fuerzas subsisten siempre, como una amenaza latente, por debajo de las diferentes instituciones informadas por un principio de jerarquía, de orden, de justicia, de espiritual autoridad. En las antiguas tradiciones a la función ordenadora de lo alto se le vinculó siempre el símbolo de un Soberano que, de acuerdo a los distintos pueblos, se manifiesta de maneras diferentes, pero que en su esencia reproduce siempre un único tipo o "arquetipo". El punto de partida puede, a tal respecto, estar dado por una determinada figura histórica. Pero en la imaginación popular tal figura en su significado de representante de la función mencionada no tarda en asumir aspectos míticos que, en una cierta medida, la separan de la historia y la universalizan. Esto ha acontecido por ejemplo, además que con algunos soberanos orientales, con Alejandro Magno, con Carlomagno, con Federico de Hohenstauffen. La India había ya esencializado tal idea en una concepción metafísica, la del Chakravarti, o "Rey del Mundo".
Un tema sugestivo que en un grupo de antiguas leyendas se asocia a estas concepciones se refiere a las denominadas hordas de Gog y de Magog. La denominación proviene del Antiguo Testamento. En el mismo las mismas nos son presentadas como hordas salvajes convocadas por Dios desde el fondo del Asia, hordas que luego de haber sembrado la destrucción en Israel, estaban destinadas a ser ellas mismas exterminadas. Pero la idea más profunda que se esconde en esta representación no se refiere tanto a invasores extranjeros bárbaros y destructores, cuanto justamente al sustrato oscuro, demónico, salvaje que, encerrado dentro de las formas de una superior civilización y de un gran Estado, está siempre listo para volver a brotar, a emerger destructivamente en cada momento de crisis.
Este significado es sumamente manifiesto en la redacciones bizantinas de la leyenda de Alejandro Magno. En éstas Alejandro les cierra las vías con una muralla de hierro a las hordas de Gog y de Magog. Y esta función la vemos atribuida por parte del Corán también a Dhu l-Qurnain, volviendo a presentarse luego dicha temática en las sagas relativas a una figura que en el Medioevo tuvo una gran popularidad, al rey-sacerdote Juan, el cual, si bien hubiese sido pensado como el soberano de un misterioso reino oriental, es en el fondo también una de las representaciones de la mencionada función del "Rey del Mundo". El Preste Juan es descrito como aquel que, entre otras cosas, tiene bajo su poder a las estirpes de Gog y de Magog. Sería fácil indicar las correspondencias que existen con otras tradiciones; así pues en la nórdica de los Edda se habla de los "seres elementales" -Elementarwesen- y del pueblo de los Rimthursi, enemigos de los hombres, cuya vía es cerrada por una muralla que ellos tratan constantemente de abatir.
Ahora bien, a las leyendas de las cuales hablamos se les asocia un tema apocalíptico. Un día la muralla cederá, las hordas de Gog y de Magog irrumpirán; un tal día en las formas cristianizadas de la saga es habitualmente identificado con la venida del Anticristo. Un detalle resulta interesante: la emergencia acontecerá en el momento en el cual las hordas de Gog y de Magog se darán cuenta de que las trompetas que hacían sonar antes aquellos que custodiaban la muralla protectora todavía lo hacen pero solamente porque es el viento el que sopla, en tanto que no hay más nadie que las haga resonar. Es éste un símbolo profundo: las masas se desencadenan cuando se darán cuenta de que, en realidad, los representantes del principio opuesto son una simple supervivencia, que no se encuentra más nada detrás de su voz: tan sólo el viento. Con su irrupción más allá de la muralla arribará también la hora de las decisiones últimas.
En efecto, un tema todavía toma forma en estas sagas: es el tema de la "última batalla". Se habla de un volver a manifestarse de aquel que ya había sido el representante de las fuerzas de lo alto, el refrenador de las fuerzas del caos: figura ésta muchas veces dada en los rasgos de un Rey o héroe que se creía muerto, pero que en cambio sólo "dormía" o se había retirado en una sede invisible. Es él quien hace frente a las hordas de Gog y de Magog, o a otras fuerzas que poseen un significado similar, y combate la "última batalla". Si son tomadas en su conjunto, las sagas de los "tiempos últimos" dejan como problemática la resolución final. La última batalla puede ser vencida, pero también perdida. El renacido "Federico" puede vencerla, haciendo reverdecer el Árbol del Imperio (el mismo del cual habla también Dante). Sin embargo la saga sabe también de un "Alejandro" o de un "emperador romano" que se despierta del Sueño, pero que luego de un breve reino debe finalmente restituir la corona al Señor, dejando que el hecho se cumpla. Y en la antigua saga nórdica el tema del "crepúsculo de los dioses", del ragna-rökkr, tan maltratado por Wagner, tiene un significado no muy diferente.
Todos estos temas legendarios encierran un significado profético profundo sumamente visible. Hoy las hordas de Gog y de Magog representan en última instancia a las masas sin rostro, al reino de la cantidad, a la humanidad colectivizada y materializada, al anti-Estado afirmado por el frente de la subversión mundial. La época moderna -la época del "progreso"- ha conocido su emergencia como una marea, su destrucción sistemática de todas aquellas instituciones basadas en un superior principio de soberanía, jerarquía y autoridad, su escalamiento de las estructuras de un Estado degradado, su tender al dominio de la tierra. Y la "última batalla" de la leyenda con su enigmático resultado es sumamente menos una ficción apocalíptica que una realidad de aquello que un futuro no muy lejano con seguridad nos reserva.
Roma, 22 de Febrero de 1956
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